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La eficiencia de la policía


Sin un pelo de…

Por Sergio Villa Pérez

Desde hace 30 años la sociedad mexicana lucha en contra de la sensación más mortífera a la que se ha enfrentado, la inseguridad, y, el gobierno, de cualquier origen, ha sido inútil para ofrecerle una solución al miedo y a la ausencia de paz que, mismos miembros de esta sociedad, le dan, inmisericordemente, cobardemente.

Con los aumentos de los delitos, cuya comisión es el factor más importante del temor y el miedo que se siente ante la posibilidad de que se registre un evento en el que se pueda perder la vida, el patrimonio, o un ser querido.

Esa sensación se incrementa, luego de pasado el evento y al tratar de recibir el apoyo de las autoridades, de todos los niveles, sus protocolos, sus programas o la negligencia de algunos funcionarios, alentan la ayuda y propician la posibilidad de la impunidad, el responsable huye, se escapa y se hace imposible la recuperación de la estabilidad emocional de la víctima.

Esa es, posiblemente, la mayor frustración, el hecho de que la autoridad, que fue electa por el ciudadano con el fin de lograr que logre regresarte esa confianza y seguridad de que nadie te va a dañar, el dolor más profundo, ese dolor que es más perceptible en las familias de los desaparecidos y que se despiertan cada mañana en busca de noticias que le den esperanza y fe. Pero no llegan.

Es tan profundo el dolor y el coraje por escuchar las mismas explicaciones de quienes tienen que atender a las víctimas, que a cada momento calificamos a la autoridad como un o una servidor público ineficiente, e incluso hasta cómplice de los delincuentes y factor de la impunidad que se incrementa potencialmente.

Sin embargo, en las últimas semanas, los delincuentes han hecho víctimas a la autoridad, policías que son emboscados, asesinados, enfrentados por esa delincuencia que, en la opinión de quienes tienen años buscando justicia, es impune y se enfrenta a la ley, por el nivel de ineficiencia de policías, investigadores, ministerios, públicos, jueces, magistrados y todos los estabones de la autoridad.

Y esa sensación de molestia se incrementa al ver cómo, sólo cuando atacan a uno de los miembros de las corporaciones policiales, se acciona todo el aparato del estado para acudir en apoyo de ellos, las patrullas se mueven, suman cientos de agentes de la ley, se ordenan operativos, suben el helicóptero, de inmediato saben quién o quiénes son los autores de esa agresión, detienen a personas posiblemente responsables, son una policía eficiente.

Y es por ello que todos los que han sido víctimas de un robo, de una agresión, de un asalto, de la pérdida de un ser querido se preguntan, porque en el momento en que me pasó a mí, no respondieron con esa eficiencia que asusta, que genera más temor, que propicia el desorden, pero que acciona un aparato de seguridad y justicia que parece vedado para los que les pagamos sus altos salarios.

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